Me odio casi todos los días porque no puedo hacer lo que
quiero. Mi trabajo es bastante aburrido. Me atormenta vernos tan poco, últimamente
compartimos solo la cama y llegamos tan cansados, que solo alcanzamos a darnos
un beso para luego descansar nuestros huesos en el sueño del olvido
laboral.
No quiero atormentarte con mis desvaríos, prefiero que
disfrutes de todo lo que llega, aunque yo no esté allí para
compartirlo contigo. Tampoco quiero que pienses que confío en que mañana será mejor
porque ¡Nunca tendremos mejores días!
Estamos condenados a la misma mierda de rutina y
cotidianidad.
¿Tanto esfuerzo valdrá la pena?
Viviré en ese pueblito cercano al Manglar, cercano al
mar donde aún se puede disfrutar de la música bajo el sol, de las calles polvorientas
repletas de gente sencilla y donde aún se puede tomar una cerveza en paz mientras camino…