Despierto cubierta de ganas, el corazón palpitando en mi garganta, la fiebre bajo mi piel a punto de enloquecer y
este vacío que asesina el silencio gritando: sin
ti, las madrugadas son eternamente solitarias y las sábanas gélidas solo me estorban en la cama.
Me toca aprender lentamente que la ausencia
de tu cuerpo es permanente, definitiva. Esto de someterme al capricho de tu
piel no combina conmigo, aquí, entre tú y yo, no hay matices ni equilibrio…
Eres mi incógnita y certeza.
El principio, sin fin...
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