I
Pocas ganas tengo
de explicar las razones de mis actos. Las consecuencias de mis decisiones.
Muchas veces resulta más saludable taparle la boca al corazón y
continuar caminando por el sendero pedregoso. Aún en los momentos más obtusos puedo lavarme con agua fresca de fuente el rostro lleno del lodo parido por las lágrimas.
Nunca es tarde para arrepentirme y aunque me cueste debo romper la
costumbre de colocar puntos seguidos donde debo poner punto final.
II
Miro al fondo del
abismo e imagino las rocas salpicadas con mi sangre. ¿Acobardada? Descubro las
marcas purpuras de sus dedos sobre mi
cuello y le permito al viento liberarme de la prisión…
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