Hoy claudicaba entre abrir mis ojos
y la dulce perdición de tu fragancia.
Calle con adoquines en viajes inciertos me esperaban.
Un gran mamut a la vuelta de la esquina
fumando un cigarro chino con olor a fogata,
mientras la reverencia hacia pie a una dulce tonada,
salida de algún café de meridiano de mala fama.
Busqué por alguna parte tus pisadas
y solo encontré un juego de grandes barajas
servidas en una bandeja de plata.
En lugar de los dibujos letras acordonadas
que daba al traste con toda esta arrogancia.
Sin pensarlo mucho nos fuimos... el lugar nos esperaba:
un viejo castillo inexistente en el bosque que en mi mente divagaba.
Una habitación de tres paredes
y en el fondo un banquete para dos.
2 comments:
Los mejores banquetes siempre son de a dos
y cuando el hambre fue atesorada en reservada por el tiempo preñado de memorias son como un pedazo de ambrosía derritiendose en la boca...
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